¿Es la elección de hacer “demasiado” público el derribo de un globo supuestamente espía chino sobre EEUU un caso propagandístico para desatar una ofensiva híbrida sobre el gigante asiático?

¿Es la elección de hacer “demasiado” público el derribo de un globo supuestamente espía chino sobre EEUU un caso propagandístico para desatar una ofensiva híbrida sobre el gigante asiático?
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Por Christian Cirilli

Vengo haciendo mención del recalentamiento que Occidente prepara para el Extremo Oriente, por ejemplo, con la gira de Jens Stoltemberg por Japón y Corea del Sur, países aliados que visitó con la «propuesta» de que abastezcan armas para el escenario europeo y se preparen como gendarmes ante un estallido próximo contra China.

Por supuesto, estos dos países, junto a Australia, serán los primeros en la fila en ser sacrificados en aras de la «comunidad internacional», cuando crean que sea el momento oportuno para «extender» a China [el guiño es por el documento de la RAND Corp. «Extending Russia»].

Sin embargo, como siempre sucede, es difícil avanzar «preventivamente» contra un país que no se manifiesta a priori como amenaza concreta, sino más bien como amenaza velada.

Las autoridades chinas no hacen grandes movimientos amenazantes de tropas (excepto los ejercicios y vuelos «provocativos» contra Taiwán, que incrementan su intensidad solamente en respuesta de las ofensas políticas occidentales y sus estímulos hacia la independencia de la isla), ni suelen lanzar diatribas explosivas contra sus vecinos asiáticos. Más bien todo lo contrario… se esfuerzan por diseñar bloques políticos y económicos, y proyectos de interrelación y desarrollo, que son boicoteados constantemente por Estados Unidos, Reino Unido y sus aliados surcoreanos y japoneses.

Entonces sobrevienen los «golpes propagandísticos».

Así como se montó un inmenso e inverosímil «bluff» con la manipulación cibernética rusa de las elecciones estadounidenses (que dieron vencedor a Donald Trump, el «outsider» del Deep State), que jamás pudo ser comprobado – básicamente porque era mentira – pero que creó una constante actividad destituyente y un aura de ilegitimidad en el cargo presidencial, además de posicionar a las huestes de Putin como «intrusas» e invasoras de la soberanía estadounidense, ahora sobreviene el episodio del globo espía chino.

Hace unos años, bajo el gobierno del mismísimo Trump, que estaba imbuido en una guerra comercial y arancelaria con China (pues estaba obsesionado por el déficit comercial propio en comparación con el superávit del gigante asiático), se orquestó la confabulación del «espionaje Huawei».

Cualquiera que tenga un artefacto móvil de telefonía (un SMART phone) sabe que son aparatos «activos» de escucha… sean de Huawei, Apple, Samsung o Motorola. Da lo mismo. Los aparatos «escuchan» a sus clientes y a través de algoritmos, ofertan justamente aquello que alguna vez fue dicho a viva voz. Son los «backdoors» instalados en software o hardware, que son catalogados de «inocentes» en tanto y en cuanto ofrezcan una gama de productos deseados o necesitados.

No obstante, esa misma lógica puede ser utilizada para geolocalización (se usa mucho en la guerra de Ucrania como inteligencia para la artillería) o espionaje, ya sea industrial o de cualquier otro tipo.

Sin embargo, el peso de la propaganda injuriosa solo recayó en Huawei, la poderosa empresa china que casualmente para 2019 se había posicionado en el ránking de ventas y penetración por encima de Apple y estaba a nada de superar al chaebol Samsung, gracias a su tecnología 5G de vanguardia.

La excusa para sacarla del mercado (afectar la balanza comercial china y destrozar su punta tecnológica) fue que Huawei perturbaba la integridad de la infraestructura de comunicaciones, ergo la seguridad nacional, por tener capacidades «maliciosas». Una orden ejecutiva (decreto) de Trump destruyó los proyectos expansivos de una empresa presuntamente dirigida por el mismísimo Partido Comunista chino.

Este decreto hizo que Google dejara de instalar en los dispositivos Huawei las aplicaciones estándar dentro de la plataforma Android, que Qualcomm o Intel dejaran de venderle chips y patentes, que Corning no le entregue cristales sensibles para sus pantallas, que la taiwanesa TSMC no le despache microprocesadores, entre un gran etcétera.

Pronto, la proyección de Huawei en el mundo occidental pasó a tener problemas muy serios de sustitución.

Si bien empezaron a utilizar procesadores de diseño propio y a depender de la tiendas de aplicaciones de la propia Huawei, AppGallery, éste tiene un catálogo menor que Google. Y su nuevo sistema operativo, HarmonyOS, aunque efectivo, no fue tan bien recibido al principio.

La cuestión es que Huawei – la empresa punta que lideraría el despertar tecnológico chino al inicio de la IV Revolución Industrial – tuvo un durísimo golpe del que recién ahora empieza a recuperarse, tras 3 años de adversidades impuestas por una decisión puramente política, fuera de lo estrictamente comercial.

El socio estadounidense en el NAFTA, la OTAN y el NORAD, me refiero a Canadá, se ha prestado obedientemente a incrementar los escándalos: en 2019, la ejecutiva Meng Wanzhou fue detenida en Vancouver con una orden judicial estadounidense que la acusaba de defraudar al HSBC Bank – el banco británico lavador de dinero del narcotráfico – y a otros bancos al tergiversar falsamente los vínculos entre Huawei y Skycom, la filial que vendía equipos a Irán, enfrentándose a una pena de 30 años de prisión.

Un apresamiento extorsivo… claramente.

Meng Wanzhou no era cualquier ejecutiva: era la hija del fundador de Huawei, Ren Zhengfei, a la vez, un ex oficial del Ejército de Liberación Popular con aceitadísimos vínculos a la alta dirigencia política china.

Los chinos, ni lerdos ni perezosos interpretaron el mensaje e inmediatamente detuvieron al empresario canadiense Michael Spavor y el ex diplomático Michael Kovrig, acusándolos de espionaje… delito que se castiga con la pena de muerte.

Ese fue precisamente el «tipo de lenguaje» que Occidente comprendió a la perfección, pues Meng fue puesta bajo arresto domiciliario en Canadá, no fue extraditada a Estados Unidos y finalmente fue liberada.

Ahora estamos bajo otro episodio que, posiblemente, sea la antesala de un recalentamiento mayor.

La detección de un globo aerostático «espía» chino sobre la base de Malstrom (Montana) donde se despliegan 150 silos de misiles balísticos intercontinentales – y aparentemente también sobre la base aérea de Whitman, donde se albergan los bombarderos furtivos Northrop B-2 – es evidentemente una noticia candente.

El tema es qué se hace con ella.

Puede quedar reservada como secreto militar, puede ir por lo canales diplomáticos de protesta… o puede montarse un show mediático, disparándole ante las cámaras y exacerbando su dimensionamiento.

El espionaje militar es continuo y hasta «normalizado» entre las grandes potencias. No es un «tabú». Incluso a veces tienen pactado este tipo de vigilancia a través del sistema «Open Skies». Estados Unidos tiene decenas de satélites sobre las instalaciones militares e industriales chinas, emplea cientos de sondas aerostáticas y ciertamente hace vuelos de plataformas aéreas (como los RC-135) al límite del espacio aéreo (e incluso penetrándolo) chino para recabar información electrónica. Esto es sumamente habitual.

Solo de vez en cuando la cosa se pone seria, y usualmente tras varias advertencias, como el famoso derribo y captura del EP-3E ARIES de inteligencia de la U.S. Navy por parte de un caza chino J-8IM (por embestida) sobre la prohibidísima isla de Hainan, hecho que sucedió en 2011.

Lo que no es habitual es la victimización, el exteriorizado estado de alerta y el derribo ante las cámaras para hacer flamear consignas chauvinistas.

https://twitter.com/AlertaNews24/status/1621963504914780161

«La acción deliberada y legal de hoy demuestra que el presidente Biden y su equipo de seguridad nacional siempre pondrán la seguridad del pueblo estadounidense en primer lugar mientras responden de manera efectiva a la inaceptable violación de nuestra soberanía por parte de la República Popular China», dijo el comunicado del Departamento de Defensa.

China niega que sea un artefacto espía, y sostiene que es meteorológico. Probablemente sea una aseveración infundada, pero qué otra cosa podría decir a los efectos diplomáticos. Lo cierto, es que China debe tomar medidas de precaución ante la asolada que se prepara sobre el escenario asiático, puntualmente, sobre Taiwán, y los mares circundantes a su territorio: mar de la China Oriental, mar Amarillo y mar de la China Meridional, sus espacios marítimos de ahogo.

Ahora bien… si era meteorológico y se salió de cauce… la verdad es que poco importa. Lo importante es la posverdad y la utilización política del evento. La cota baja del globo, que fue derribado por un misil AIM-9X Sidewinder lanzado por un caza F-22 Raptor indicaría que no es un sistema espía, que necesita de cotas mucho más altas para evitar la localización y/o derribo.

Pero este incidente da a los Estados Unidos la excusa perfecta para demonizar a un rival al que busca subvertir, acusándolo de alterar la paz a través de una inaceptable violación, que paradójicamente Estados Unidos realiza constantemente con su política de «ambigüedad estratégica» para con Taiwán, impulsando su independencia y firmando contratos multimillonarios de provisión de armamento.


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