El día que mataron a Jorge Sábato

El día que mataron a Jorge Sábato
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Es aceptable decir que,desde su muerte en 1983, a Jorge Sabato se lo ha matado muchas veces. Particularmente, desde diciembre del 2015, hay varias fechas que tienen derecho a reclamar semejante penoso evento.

Pero prima mi experiencia en primera persona para señalar al pasado 26 de enero de 2018 con ese desmérito, pero esta vez, en el seno del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI): allí, aquel día, las autoridades despidieron 258 empleados, que revestían funciones científicas, tecnológicas, de gestión, administración, técnicas y de servicios. El 8,3% de su planta total. Estas cesantías son la capa superior de un conjunto de decisiones políticas que, a mi juicio, son de un profundo avance hacia escenarios de dependencia tecnológica.

Ese día, los despidos de buenos trabajadores (no faltadores ni displicentes como dice la justificación oficial) pero con voz política y sindical propia, fueron la señal de que se venía un cambio profundo y que sería resistido política y laboralmente. Despidos y reestructuración del INTI, una de las piezas claves del entramado de ciencia y tecnología argentino, es un todo.

Pero vamos por partes. Si bien los temas de ciencia, tecnología e innovación son temas que generalmente interesa a gente curiosa, por lo tanto gente que averigua por las suyas lo que no sabe o no entiende, no vamos a dar por supuesto algunas cosas. Por ejemplo, vamos a decir brevemente quien era Jorge Sabato y cuál era su mirada sobre el concepto de autonomía tecnológica.

Sabato fue licenciado en física, pero se destacó notablemente como organizador de proyectos e instituciones de ciencia y tecnología. Su paso por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), es determinante en ello en varios aspectos. No lo podemos calificar como un teórico en políticas de CyT. En realidad tenía una buena cantidad de ideas fuerzas, que las llevaba apasionadamente a la práctica. Escribía bien, difundía mejor lo que pensaba y hacía, y polemizaba brillantemente. Sus contemporáneos que lo sobrevivieron fueron dando cuerpo a sus enseñanzas; dirá su discípulo Carlos Martínez Vidal que Sabato era “Idealista entre pragmáticos y humanista entre tecnólogos”. De esos trabajos de sistematización aparece el marco teórico que anidaba en el genial personaje: El Concepto de Autonomía Tecnológica. Este fenómeno de práctica y pensamiento se repitió en varios países latinoamericanos durante las décadas del 50 y 60 del siglo pasado, y hoy son conocidas como el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo.

Cuando en 1970, en un imperdible artículo[1]Sabato relata la estrategia que tuvo la CNEA para construir su primera central nuclear, Atucha, deja en claro en forma práctica como se construye autonomía tecnológica en un país semi industrial y dependiente. En aquella oportunidad, se solicitó una compulsa internacional de proyectos y precios, donde los requisitos básicos eran que las ofertas estuvieran abiertas en sus rubros tecnológicos, y que los oferentes traigan sus alternativas de financiamiento.

De este modo, la CNEA, con Sabato a la cabeza, recibió 17 ofertas. Se seleccionó a la alemana Siemens, que ofertó financiar por sus propios medios la obra, y recuperar la inversión con un canon sobre las ventas de electricidad que hiciera la central funcionando. Sobre la apertura de los 96 ítems de los paquetes tecnológicos, la CNEA negoció nacionalizar para proveedores locales 40 ítems, alrededor del 42% del total.

Uno de esos ítems, quizá el más importante y estratégico, fue la construcción nacional de los elementos combustibles, una pieza de alta metalurgia de precisión que la CNEA venía desarrollando a través de las centrales experimentales desde quince años atrás. Sabato afirma que ese punto era la primara etapa del ciclo del combustible nuclear nacional. Una primera etapa posible en ese momento y que se iría cumpliendo con el tiempo, cosa que ocurrió con las plantas de enriquecimiento de uranio y de agua pesada. Hoy, Argentina es autónoma para proveerse energía nuclear y exportar esa tecnología determinante.

Reflexionando sobre esta experiencia, Sabato explica entonces que es autonomía tecnológica, lanzando este conjunto de ideas fuerzas:

  • El desarrollo de una capacidad autónoma es el manejo de la tecnología.
  • La capacidad de manejo de la tecnología no quiere decir autarquía. No es una Argentina cerrada desarrollando toda la tecnología necesaria para sus requerimientos.
  • Autonomía tecnológica significa la capacidad de elección de aquello que vamos a desarrollar, aquello que vamos a importar y completar. Es la capacidad de armar los paquetes tecnológicos más convenientes, más adecuados para la resolución de un problema.
  • Se trata de manejo propio de la tecnología que más nos conviene, nacional o no nacional.
  • Por su puesto que si no hay un fuerte contenido de elementos propios esos paquetes pueden no estar bajo nuestro control
  • Si el paquete tiene todos elementos importados, sencillamente estamos en una situación de encontrarnos bajo el dominio del dueño del paquete

De aquellas decisiones estratégicas, sostenidas en el tiempo, hoy nos encontramos con un Invap (consorcio que integra la CNEA con la provincia de Río Negro) que exporta en el 2018 una central nuclear a Holanda, entre tantas otras maravillas tecnológicas que desarrolla y comercializa.

Ese Jorge Sabato que veneramos porque no solo era un declamador, sino un maestro del ejemplo de cómo realizar una Argentina industrializada a través del desarrollo autónomo de su tecnología, es matado cada vez que se toman medidas que omiten estos criterios y salen por el atajo de la compra “llave en mano”, ya no solo de tecnologías que pueden hacerse aquí, sino de los “guiones” de cómo debemos encarar el mundo de la CyT.

Decía más arriba que los despidos del INTI van de la mano de una restructuración. En este caso, las autoridades del Instituto han contratado a la organización vasca Tecnalia para que le indique cual debe ser el Master Plan del INTI. Quien preside una institución nacional y solicita a una institución extranjera un plan de como modernizarla, reestructurarla, adecuarla, mejorarla, etc., está en un campo político e ideológico riesgoso: puede ser acusado de cipayo. Pero en el terreno de la CyT la cooperación internacional, los trabajos en conjunto entre países, etc. es común. Mejor, pensar por otra vía para analizar la medida, que sin embargo muestra pérdida de capacidades propias para andar un camino de autonomía tecnológica.

A Tecnalia se le hizo una pregunta equivocada. No se le debió preguntar “¿A que se debe dedicar el INTI?”, sino ésta. “¿Cómo hizo Tecnalia para ser el gran organismo de CyT que es hoy?”. Porque Tecnalia nace de un proceso interesante y adecuado a los intereses vascos porque se propuso superar su retraso tecnológico, mirando su región, su país, su alianza continental, y sobre todo, sus expectativas de internacionalizarse en Latinoamérica. Un plan de ellos, para ellos.

Esa distinción en las preguntas, nos señala que el tema en la conducción del INTI es tener conocimientos o no tenerlosde cómo se conduce un organismo de CyT. Es entonces un conflicto entre conocimiento o ignorancia. No solo eso, la respuesta de Tecnalia llegó llena de señales eurocentristas: nos proponen una restructuración ajustada a los intereses de un eventual intercambio de materias primas locales, por manufacturas industriales extranjeras. Con la solicitud del INTI a Tecnalia ocurrió algo que señalan todos los manuales del planeamiento estratégico que suelen leer los CEOS: si no hacemos nuestro plan, seremos parte del plan de otros.

La pregunta correcta a Tecnalia la pudieron haber hecho muchos especialistas en CyT argentinos, porque desde hace años, se viene teniendo relación con los más importantes organismos de CyT del mundo. Argentina, dado su nivel de desarrollo industrial y científico – tecnológico, aprende de los más desarrollados, comparte con los de su nivel, y asesora a los menos desarrollados (Latinoamérica, Asia y África). Son muchos los argentinos que han complementado su formación y se han vinculado conTecnalia y otros tantos centros similares.

Por ejemplo, desde el año 2011 se han venido formando en Argentina un millar de gerentes o gestores tecnológicos, esto es: especialistas en gestión de la tecnología y la innovación, con financiamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología a través de varios consorcios públicos – privados con participación de importantes cámaras empresarias. En INTI, becados por la institución, se han formado o están terminando este posgrado unos 40 agentes. En las currículas de esta especialización se estudian casos de éxitos, buenas prácticas, se formulan proyectos de reorganización de los sistemas de CyT que le compete a cada alumno. A esa nube de nuevos expertos, se le suman los calificados docentes de vasta trayectoria y logros.

Hay en la Argentina – y particularmente en el INTI – una experiencia, capacidad acumulada y recursos humanos de sobra, para pensar las mejoras y reestructuraciones que cada eslabón del sistema de CyT nacional necesita. Volviendo a Sabato, esa capacidad puede expresar si se preserva la capacidad de elección de que nos conviene y que no, sin cerrarse al mundo, pero privilegiando el desarrollo de las capacidades que nos interesa en términos estratégicos. Haber traído a Tecnalia para que le arme un guión sobre su gestión a las actuales autoridades del INTI, es haber cercenado por profunda ignorancia esa vía autónoma. Es haber matado, pero ésta vez dentro del INTI, una vez más a Jorge Sabato.

Sin embargo, como aquellos héroes de las resistencias que vemos en las películasapocalípticas, el líder aún muerto, tiene la sabiduría de dejar un mensaje grabado para las generaciones futuras. Jorge Sabatotambién lo tiene[2]. Es cuando habla del rol de los que hacen ciencia y tecnología en épocas de crisis. Nos preguntaba Sabato: “¿Es posible llevar a cabo I+D útil y significativa en un país en vías de desarrollo y en un estado de crisis permanente? (…) ¿Y cuál es el rol del tecnólogo?”

Y contesta que el rol que le cabe es comprender que no es solo su deber hacer buena ciencia, sino también contribuir a construir un marco local de referencia donde la I+D pueda llevarse a cabo en mejores condiciones. Ser capaz de enfrentar el amplio espectro de complejos problemas que normalmente están fuera de su interés y competencia, como por ejemplo cambios de presupuestos, falta de divisas externas, reglamentos aduaneros imposibles, censura, persecución política, engorrosos procedimientos administrativos, etc.

A pesar de todo, nadie está muerto del todo, mientras haya quienes lo recuerden.

[1]“Reportaje a Jorge Sabato. Para el prontuario del Plan Nuclear Argentino” en Revista Ciencia Nueva. 1970. [2]Energía Atómica en Argentina: Historia de un Caso. Fundación Bariloche. 1974

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