El pensamiento latinoamericano de ciencia, tecnología y desarrollo

El pensamiento latinoamericano de ciencia, tecnología y desarrollo
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Por Bruno De Alto

El pasado 4 de junio se cumplió el 94º aniversario del nacimiento de Jorge Alberto Sabato, Jorjón, el físico y tecnólogo argentino más destacado de la Argentina. Junto a Amilcar Herrera y Oscar Varsavsky fueron los referentes locales del hoy llamado Pensamiento Latinoamericano de Ciencia, Tecnología y desarrollo (PLACTED). Su libro de Física para estudiantes secundarios, su paso por CNEA y Segba, sus libritos sobre política en ciencia y tecnología, sus artículos en la Revista Humor, y sus últimas contribuciones para una política de ciencia, tecnología y desarrollo para la triunfante Unión Civica Radical en el retorno de la democracia en 1983, son obras y tareas notables. Pero quizá su aporte más disruptivo, y aún influyente, es su breve artículo equívocamente llamado “Triángulo de Sabato”.

En estas líneas, vamos a hablar del PLACTED, de Sabato y de su Triángulo.

Se señala y define como “pensamiento latinoamericano de ciencia, tecnología y desarrollo” a una corriente ligada fuertemente a la reflexión y que nació de la práctica; que reunió a varios tecnólogos y pensadores latinoamericanos que entre 1950 y 1970 llegaron por separado o por articulación de prácticas a ideas similares sobre de como abordar en la región latinoamericanas, políticas nacionales de desarrollo tecnológico, así como generar soluciones tecnológicas propias en los ámbitos productivos locales.

Uno de sus protagonistas, Carlos Martínez Vidal, impulsó la investigación, recopilación y síntesis de dicho pensamiento, que mantenía su temperatura al rescoldo de los jóvenes protagonistas de ayer, hoy hombres maduros; de los escritos de sus teóricos y ejecutores ya desaparecidos; y de las prácticas concretas que aún perduraban a la vista o en la memoria colectiva; pero que fueron manifiestamente omitidas por el discurso único que relegó a Latinoamérica como una región sin autonomía tecnológica y sin industrias propias. Es el discurso de la dependencia que se instaló dolorosamente en Argentina desde 1976. Martínez Vidal, discípulo y colaborador de Jorge Sabato, apenas empezado el siglo XXI, propició aquella recuperación histórica en el ámbito del “Grupo Redes”, que se iría a constituir en un antecedente valioso, sumado que a tiempos de la reindustrialización vuelven a conocerse y resignificarse, y se constituyen en un verdadero acicate para el regreso de aquellas prácticas e ideas, pero repensadas para diseñar nuevas formas de generación y difusión del conocimiento para el desarrollo desde adentro o “autocentrado”. Como señala claramente Sara Rietti:

De tal forma que todo ese acervo que es parte de nuestro patrimonio político y cultural, hoy es retomado para constituirse en una plataforma desde la cual, aprovechando el proceso político que se está dando en Latinoamérica, seguir avanzando por un camino que atienda a nuestro contexto; en el marco de una realidad que nos resulta propicia, a pesar de ser particularmente severa ya no sólo en el plano político sino también en cuanto a las condiciones de contorno, y en un mundo que se tambalea acosado por la desigualdad, la crisis ambiental y el protagonismo de los que hasta hace muy poco eran testigos sin voz y hoy la levantan convertida en un arma poderosa para expresar sus demandas –muchas veces de un valor, originalidad y vigencia que nos sorprende y moviliza–“1.

Los trabajos de Redes sobre el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo2 recorren varias líneas destacables: el contexto y causa de su origen; su articulación sin formalización; y sus logros y ejes conceptuales más relevantes. De esos trabajos se puede extraer que luego de la Segunda Guerra mundial, y en concordancia con los procesos de descolonización que se iban dando en una importante cantidad de países del tercer mundo, las Naciones Unidas impulsaron procesos de industrialización en aquellos. Ese fenómeno en América latina vino a observar la presencia de una incipiente pequeña industria local que nació y fortaleció con las ventajas de la crisis del año 1929 o la Segunda Guerra Mundial; o medidas estatales concretas. Su medida era la substitución de importaciones, y en buena medida esa era también su debilidad:

(…) como es bien sabido, la industrialización de América Latina se realiza fundamentalmente como un proceso de substitución de importaciones en los sectores de bienes de consumo y, en menor medida, de bienes intermedios. Estas industrias son las que tienen en general, menor demanda directa de investigación tecnológica. Las industrias de bienes de capital – que incluyen las actividades de alta intensidad técnica, como electricidad, electrónica, química, etcétera – son escasas, y en su mayor parte pertenecen a empresas extranjeras que realizan la ID en sus países de origen”3

En 1961 el gobierno de Estados Unidos, lanza una serie de préstamos para los países de la región, para la creación de infraestructura e industrialización, con la manifestación de lograr reducir las asimetrías señalas más arriba. Esta iniciativa fue conocida como la Alianza para el Progreso y conllevó en pocos años un proceso de inversión extranjera con penetración de tecnologías desconocidas en la región que empezó a desequilibrar al capital local. Esto fue advertido por los economistas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)4 y en un determinante artículo escrito en 1963 señalan la necesidad de que los gobiernos locales intervengan en apoyo a la investigación tecnológica. Luego los cepalinos aportarán, en aquellos años encabezados por el argentino Raúl Prebisch, ideas sobre el tratamiento de la transferencia tecnológica y la protección del conocimiento, dado que se empezó señalar a la tecnología como un valor transable, es decir introducir al conocimiento aplicado en un ámbito económico.

La clave de la dependencia o autonomía tecnológica movilizará al conjunto de referentes que se irán a constituir en varios grupos con diversos niveles de formalización y articulación entre si. En los países vecinos de Latinoamérica se destacan Helio Jaguaribe y José Pelucio Ferreira de Brasil, Máximo Halty-Carrère de Uruguay, Javier Urquidi y Francisco Sagasti de Perú, y Miguel Wionzcek de México. En Argentina se destacan Amílcar Herrera desde su lugar de docente y director en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA o como fundador de la Fundación Bariloche; también – aunque vale decirlo con resistencias – Oscar Varsavsky desde su lugar en el Instituto de Cálculo y sus periplos latinoamericanos; y por sobre todos, Jorge A. Sábato y su colaborador Carlos Martínez Vidal, donde producen en la práctica en la CNEA un verdadero modelo a imitar de como hacer desarrollar tecnología de manera autónoma.

Son tres experiencias diversas y apasionantes donde el recuerdo de Amílcar Herrera nos trae el concepto que “la tecnología es cultura”, y que si la compramos sin tomarlo en cuenta, lleva adjunto el modelo de sociedad para la que se produjo. O la fuerza aún hoy vigente y dicha con su vozarrón tan personal Oscar Varsavsky de que estamos obligados a desarrollar otro “estilo tecnológico5” si la aspiración es apuntar a una sociedad diferente, es decir, una sociedad socialista, porque Varsavsky observa que solo un cambio de sistema puede dar a la ciencia y la tecnología un lugar legítimo en Latinoamérica.

En cambio, Sabato creía que a pesar de la existencia de una dependencia económica en la región, había posibilidades para la implementación de estrategias para aumentar la autonomía tecnológica de forma incremental. Es que a su favor jugaba la experiencia en la CNEA iniciada en 1955 y que ha decir de Diego Hurtado esa experiencia “encarnaba una política de desarrollo tecnológico que va tomando dimensiones de una política pública sectorial6”. Es en esa experiencia que Sabato logra conceptualizar su idea de que se debe conocer la tecnología lo suficientemente bien como para poder tener capacidad de decisión tecnológica, que bien describe cuando hace un repaso de su gestión en la CNEA en una entrevista para la revista Ciencia Nueva7. En función de ese concepto explicará allí, y relación a la decisión de fabricar en Argentina los elementos de combustible del reactor de Atucha con aleación de zirconio, lo siguiente:

Pero, de todas maneras, como en todas las otras tecnologías en que nos metemos, el objetivo siempre es llegar a tener capacidad de decisión. Llegar un día a conocer la tecnología con claridad suficiente como para poder decir: bueno, nos metemos o no, qué riesgo corremos y cuánto vale ese riesgo, etcétera, etcétera. Y yo creo que es esto lo que estratégicamente interesa para un organismo como la Comisión, o de cualquier tipo del sector público: que pueda decidir per se dónde están los riesgos y dónde están las ventajas, para que no le vendan buzones, que es lo que uno termina finalmente haciendo: comprando buzones, porque no sabe lo que pasa. Ahora, la decisión está tomada, es decir: los elementos combustibles se van a hacer en la Argentina. Esa decisión está abonada en varias cosas. Para empezar que, por suerte, desde el año 1957, en los reactores de investigación —la Comisión ya ha hecho cuatro reactores de investigación— (la Comisión nunca compró un reactor), siempre los elementos combustibles se hicieron acá. De manera que fuimos adquiriendo una cierta experiencia y, por lo menos, y sobre todo, una cierta confianza. Sabemos que es una tarea difícil; son espantosos los controles que hay que hacer, etcétera, pero como lo hemos hecho en el pasado, tenemos ya alguna experiencia. Estamos tratando de fijar una política nacional al respecto. No solamente queremos hacer los elementos combustibles para Atucha, quisiéramos que esa fuera la piedra fundamental de una política en materia de uranio8.

Jorge Sabato hará otros dos aportes conceptuales trascendentes más, que a juicio de este autor son valiosísimos a la luz de entender las claves de generar y construir prácticas concretas de ciencia, tecnología y desarrollo autónomo. Serán en primer la idea de “paquete tecnológico” y en segundo lugar, su afamado “triángulo”.

Para Sabato el conocimiento técnico – científico es una mercancía; por lo tanto se produce, se distribuye, se vende, se compra, se exporta, se importa, se intercambia y “hasta se roba”. Por esa afirma:

(…) tratar de manejar el problema de la producción de tecnología en el país no ya como derivado espontáneo de la producción de conocimientos, sino como un objetivo específico del sistema económico9.

Pero si es una mercancía, ¿Dónde se produce? Y se contesta: en “fábricas de tecnología”, que se detiene en caracterizar como espacios que deben entenderse como lugares donde el conocimiento está aplicado en productos que se venden, aunque tomen la forma de un laboratorio de investigación, no lo debe ser porque éstos solo se dedican a producir conocimiento “per se”. Estos argumentos los utiliza para justificar la creación de la “Empresa Nacional de Investigación y Desarrollo Eléctrico” que estaría vinculada a la empresa nacional de electricidad SEGBA, y amplía con los ejemplos internacionales de la Bell Telephone Laboratory, los laboratorios de Philips en Europa; y los casos argentinos de la CNEA y la División Electrónica de Fate.

Cuando Sabato participa del proceso de negociación y desarrollo de la CNEA en 1964 para la Central Nuclear de Atucha, logrando la apertura del paquete tecnológico total, no comprarlos cerrados, sino desagregar de antemano los componentes que se podrían producir localmente a través entonces de una “desagregación tecnológica”. Esto permite clasificar a las tecnologías subyacentes en el paquete tecnológico global en tecnologías medulares y periféricas. A partir de esto se puede planificar el aumento paulatino de la participación nacional en cada proyecto. Con este modelo la CNEA logró pasar de un 42% de participación de tecnología nacional en su primer Central de Atucha, a un 55% para su Central de Embalse.

Y estará el tercer aporte notable de Jorge Sabato, que como bien él mismo señala tiene antecedentes, y luego reaparecerá en el modelo de la “Triple Helix”, aunque endulcorado sin las implicancias políticas que anidaba por su concepción antidependentista.

El Triángulo de Sábato.

En el año 1968 Jorge Sábato y Natalio Botana elaboraron, en un artículo que denominaron “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina”. El breve trabajo, solo unas 10 páginas, plasman un modelo que fue elaborado con el objetivo de proponer una estrategia que permitiera hacer realidad la participación del país en los escenarios de prospectiva que se daban para el desarrollo científico – tecnológica para el año 2000. No detenerse en los obstáculos que se daban como obvios en el informe, sino proponer una alternativa de intervención concreta, es decir, un “como hacerlo”. Entones se trataba de analizar como lograr una capacidad técnico – científica de decisión propia a través de la inserción de la Ciencia y la técnica en la trama misma del proceso de desarrollo; por lo tanto el aporte no fue producto de desarrollos teóricos ni pretendió destacarse en esa condición. Tampoco los autores reclamaron un lugar de originalidad, pues citan a un par de autores norteamericanos10 que ya habían resaltado el sistema de relaciones público privado que habían impulsado los procesos de innovación de aquel país.

El meollo del modelo propuesto es a sintetizar, a partir de la figura de un triángulo donde los vértices y los lados representan a los actores y relaciones que intervienen en las actividades que imbrican ciencia, tecnología y desarrollo en la sociedad moderna; que fueron analizas tomando casos concretos de desarrollos tecnológicos y de proyectos nacionales de éxito.

Este es su postulado concreto:

Enfocada como un proceso político consciente, la acción de insertar la ciencia y la tecnología en la trama misma del desarrollo significa saber dónde y cómo innovar. La experiencia histórica demuestra que este proceso político constituye el resultado de la acción múltiple y coordinada de tres elementos fundamentales en el desarrollo de las sociedades contemporáneas: el gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico– tecnológica. Podemos imaginar que entre estos tres elementos se establece un sistema de relaciones que se representaría por la figura geométrica de un triángulo, en donde cada uno de ellos ocuparía los vértices respectivos11

Luego pasaran a definir cada uno de los vértices del triángulo.

  • La infraestructura científico – tecnológica es el siguiente complejo de elementos articulados e interrelacionados: el sistema educativo que produce científicos, tecnólogos, y auxiliares de la investigación; los laboratorios, institutos, centros, y plantas pilotos donde se hace investigación; el sistema instituicional de planificación, promoción y estímulo; los mecanismos que reglan el funcionamiento de las actividades y de las instituciones; y los recursos económicos – financieros.

  • La estructura productiva son el conjunto de sectores productivos que proveen los bienes y servicios que demanda una determinada sociedad.

  • El sector o vértice gobierno comprende el conjunto de roles institucionales que tiene como objetivo formular y movilizar recursos de y hacia los restantes vértices, a través de los procesos legislativos y administrativo.

De esta manera, la novedad para la Argentina y Latinoamérica, es que la ciencia y la tecnología debían abrirse a la participación de nuevos actores sociales como parte del complejo de actividades en cuestión, de modo que al abrirse esa puerta se generaría innovación en los procesos productivos. Y previó iba a ser resultado de la acción deliberada de determinadas políticas públicas.

El trabajo de Sabato y Botana, hace una advertencia sobre las relaciones complejas entre ciencia y empresa. Dirán allí:

Las inter-relaciones de tipo horizontal son las más complejas de establecer, salvo el caso ya señalado donde la infraestructura científico – tecnológica está adscripta a la estructura productiva, dependiendo directamente de las empresas. Cuando se trata de actividades diferenciadas no solo de acuerdo a su función sino también de acuerdo a su posición institucional (por ejemplo una empresa que no realiza actividades de investigación frente a una institución consagrada exclusivamente a tareas científicas) uno de los métodos más adecuados para desbrozar el camino por donde circulan las demandas recíprocas, parece ser el de la movilidad ocupacional, o transferencia recíproca del personal humano de uno a otro vértice12”.

A medida que las dictaduras iban avanzando en Latinoamérica, los protagonistas del Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo fueron perdiendo protagonismo y muchos debieron exiliarse de sus respectivos países. Sus enfoques emparentados al estructuralismo económico desarrollista y las teorías de la dependencia quedaron señalados como factores de retraso y caos por el neoliberalismo de la Escuela de Chicago.

1 Sara Rietti. “Vigencia del pensamiento latinoamericano en el campo CTS” Voces en el Fénix. Revista del Plan Fénix. Agosto 2011.

2 Martínez Vidal, Carlos; Marí, Manuel. “La Escuela Latinoamericana de Pensamiento en Ciencia, Tecnología y Desarrollo. Notas de un Proyecto de Investigación”. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación. 2002.

3 Amilcar Herrera

4 La CEPAL es una de las comisiones regionales de las Naciones Unidas y se fundó en 1948 para contribuir al desarrollo económico de América Latina.

5 “Estilos tecnológicos” son definidos por Oscar Varsavsky como aquellas formas de hacer ciencia y tecnología de manera autónoma, “(…) a un conjunto de características cualitativas generales, comunes a todas las ramas de la tecnología (y de la ciencia), deseables porque son directamente deducibles de los objetivos nacionales, y prácticas, en el sentido que ayudan a tomar decisiones pues no son compatibles con cualquier propuesta”.

6 Diego Hurtado de Mendoza. “Surgimiento, alienación y retorno. El pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología y desarrollo”. Voces en el Fénix. La revista del Plan Fénix. Agosto 2011.

7 Reportaje a Jorge A. Sabato. “Para el prontuario del Plan Nuclear Argentino”. Revista mensual de Ciencia y Tecnología Ciencia Nueva N° 1. 1970.

8 Reportaje a Jorge A. Sabato. Idem.

9 Sabato, Jorge A. “ENIDE: ¿ingeniería o investigación? Revista mensual de Ciencia y Tecnología Ciencia Nueva N° 11. 1971.

10 Esos autores son E.S. Woytinsky y J.K Galbraith.

11 Sabato, Jorge; Botana, Natalio. “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina”. Material con fines educativos se la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de La República de Uruguay.

12 Sabato, Jorge; Botana, Natalio. Ídem.

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