Biografías políticas – Martín Sabbatella – Por Horacio González

Biografías políticas – Martín Sabbatella – Por Horacio González
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Horacio González escribe una biografía política de Martín Sabbatella como recreación de un amplísimo patrimonio de ideas sociales y culturales que exceden la pobre apología del codazo sectario.

Por Horacio González*

(para La Tecl@ Eñe)

Martín Sabbatella en su breve y palpitante trayecto político, es un caso singular que nos permite reflexionar sobre lo digno, lo azaroso y lo antojadizas que suelen ser las escenas políticas. En este último caso, se trata de cuestiones de precedencias, constancia de los tramos de vida ya atravesados. Se juzgan coincidencias ya encasilladas y surgen agrupamientos que se cierran sobre identidades que procuran un exterior no asimilable para confirmar su momentánea cerrazón. Su ocasional precinto para feligreses. La noción de carrera política no es siempre la mejor para juzgar a las personas que se lanzan a ese abismo creyendo que es una autopista con estaciones donde el tren tarda más o menos en llegar, pero un día arriba. Martín atravesó un camino áspero repleto de curvas inesperadas. Como muchos, quizás la mayoría de los dirigentes argentinos -de cualquier ámbito-, en los patios de las escuelas y universidades comenzó a pensar el problema público, la cultura política como dilema y la decisión personal de involucrarse en el torbellino. En esos patios rumorosos se escuchan muchas voces, palabras encadenadas como slogans, citas con todas las tradiciones políticas. La escucha de Martín tomó señales que transitaban las izquierdas populares posteriores al período dictatorial.

Vida de militante en un Centro de Estudiantes. Es lógico que al pasar a dirigir la Intendencia de Morón, se abriera un mundo inesperado y complejo. El lugar estaba gobernado por un polichinela del menemismo -su voz de locutor almibarado y solemne lo ayudaba-, y la nota característica de ese gobierno era la de la cofradía de negocios, indistinción entre fondos públicos y privados y todo adecuado a la palabra runfla, que aunque tiene origen incierto significa una cofradía que se mueve entre oscuros pactos de protección y tenebrosos negocios, en medio de una crispada violencia. Sabbatella derrotó a esa ralea y realizó un gobierno ejemplar. Morón es un típico partido del conurbano, con un casco urbano habitado por una clase media popular, diversificada comercial y laboralmente, y un núcleo periférico afectado por añejas desigualdades, que se sostenía en contradicciones sociales -las habituales en los suburbios de la gran Metrópolis, asimismo sede de innumerables asimetrías-, que tuvieron tratamiento democrático y poroso a toda clase de sensibilidades sociales. Para muchos todo esto mereció ser festejado como la acción valiente de un grupo de jóvenes que venía a desalojar electoralmente a un elenco mafioso que hacía negocios particulares con la excusa de gobernar un municipio.

Esta noción constitutiva de la ética del militante y del funcionario nunca abandonó a Sabbatella. Convocado por el vértigo que originó el kirchnerismo, vinieron la fundación del partido Nuevo Encuentro, las disputas electorales en la Provincia, donde fue en listas separadas a las de Néstor Kirchner, la posterior incorporación a los horizontes a los que nunca dejó de invitar el propio Kirchner, y la asunción de responsabilidades en el Ente regulador de los medios de comunicación. Le tocó la difícil, y más que difícil, conmocionante tarea de hacer cumplir la Ley de Medios de Comunicación aprobada por el Parlamento, la Corte, y resguardada por multitudinarias expresiones públicas. En la dirección del organismo estatal encargado de la reorganización de los cuadros empresariales propietarios de medios y audiencias, Sabbatella, solo sostenido por la fuerza etérea del signo democrático y con un escribano-, llegó a la aparentemente inocua vereda de Clarín. Fue una de las vibrantes simbologías de la época, la ley común vulnerada por el aparato supralegal que impone una secreta ley a las leyes. Pero puso a este medio de comunicación en el umbral de la segmentación de su “organum hegemonicus” -de todos modos realizada de manera encubridora-, situándose él en la tabla de abjuraciones virulentas que practica esta concentración mediática con toda clase de técnicas ultrajadoras y maniobras de aniquilación de persona. Se avecinaba un malogro, que poco después se transformaría en naufragio con la derrota electoral del 2015, donde Sabbatella, en las forzadas composiciones que impuso un inimaginable desafío electoral, acompañaba al candidato a Gobernador de la Provincia en calidad de Vice.

Caído el gobierno de Cristina, Sabbatella recorrió las primeras plazas donde se manifestaba el sentimiento resistente, sorprendido pero no atónito, de un sector muy amplio de la juventud que había acompañado al gobierno. No era un simple cambio de autoridades, era una sacudida en los cimientos constitutivos de la memoria social y de la institucionalidad heredada, con sus defectos y virtudes. No dejaron de llover sobre Sabbatella causas judiciales salidas del escarnio y sudor de tribunalicias manos pringosas. Fue y es una de las víctimas de la episteme punitiva de la justicia, o mejor dicho del poder judicial, convertido en un puntero electrónico de la caza de personas. No en nombre de ninguna legislación aceptable, sino de una violencia mítica y fundacional, la del vengador que fue descubierto en su falsa neutralidad valorativa y ahora goza con aplicarla revestida de una túnica remendada, donde con alfileres han pegado una o dos frases leguleyas vacías de sentido.

No es un único caso, pero el de Sabbatella ilustra muy acabadamente cómo vive un político que debió elaborar en su conciencia variados y complejos sentimientos, todos ellos vertiginosos. El hombre festejado por su coraje cívico, es ahora el hombre juzgado por indecorosos jueces. Y un inexacto sector del mundo político a cuya vigencia y solidez él mismo contribuyera hace cálculos, que afinando el oído, cargan rumores displicentes. Usualmente, y mucho más en momentos tan delicados, no parece adecuada una negligencia hacia quien se acercaba desde ambientes circundantes al centro de una situación tempestuosa. Sabbatella proviene de las izquierdas juveniles, estudiantiles, suburbanas, que en las aulas tempranas de la adolescencia comienza a hablar de política en medio de las tensiones de las palabras que ha escuchado en su familia y en los ambientes de la inquietud social de la época. Las izquierdas, las tradiciones nacional-populares, los impulsos democráticos y libertarios. Su acercamiento a la veta nacional popular no lo es de cualquier modo. Acontece porque carga aquellas memorias versátiles que se iban entremezclado en su biografía.

En los momentos agrios para las políticas emancipacionistas, el piso de desconciertos por el que caminamos se cuartea. Las quebraduras llevan a crear todo tipo de fantasmas que en general, aunque esta palabra no se emplee, cargan oscuros motivos de culpabilización y obcecaciones. Nadie puede ser indicado con reservas -que generan infinitas urdimbres de recelo-, si por las razones que sea, alguien siente el impulso de señalar rutas de alejamiento mientras habla de trazos unificadores. Si este sentimiento que brota de estratos profundos de cada memoria personal irresuelta se torna perdurable, no solo es dañado quien es contemplado por una idea antojadiza -que conduce al camino estéril de la desconfianza-, sino que es debilitado el movimiento social en su conjunto operativo más valioso. He allí una cuestión. ¿O es preferible el ambiguo archipiélago de empellones de nunca acabar?

Es preciso que muchos militantes como Sabbatella, que carga su propio distintivo que lo califica para las grandes jornadas que se avecinan, se hagan presentes en el terreno donde se jugarán las cifras del inmediato futuro. Allí donde se trate no de una unidad abstracta basada en un nombre que se acaba empleando de modo expulsivo. Cuando en verdad es lo contrario lo que debe ocurrir. No parecen útiles ahora las formas de unidad a las que se llama, si no se piensan las singularidades e historias específicas. Es evidente que proclamar una preferencia “peronista” sin cuidados analíticos (¿acaso no hay personas que así se denominan que apoyan el FMI como antes apoyaron el pago a los fondos buitre?), no pueden ser estas afirmaciones superiores a considerar el itinerario de Martín Sabbatella como proveedor de una historia que trae frescura política antes que experiencias sujetas a negligencia. Será muy pobre el ámbito o la situación que se cree para recuperar el país de este vil castigo al que es sometido, si prospera una interpretación obstruida y arrasada de los nombres, antes que una recreación de un amplísimo patrimonio de ideas sociales y culturales que exceden la pobre apología del codazo sectario.

*Sociólogo, ensayista y escritor. Ex Director de la Biblioteca Nacional

Fuente: https://lateclaenerevista.com

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