Es que no lo entendía

Es que no lo entendía
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Por Elisabet Milano

La verdad, la verdad, es que no lo entendía. Yo escuchaba las dos campanas. En mi familia había peronistas y antiperonistas. Me explicaron el odio viceral de un abuelo, al que por no afiliarse al partido, no le vendían unos elementos de trabajo. Pero no lo entendí. Me explicaron el amor de una abuela, por una máquina de coser y un pan dulce, o algo así. Un abuelo me dijo que Perón había puesto en práctica todo lo que había dicho un socialista anteriormente, y que por eso se había hecho peronista él.

Mi familia estaba dividida claramente, había peronistas y antiperonistas y todos parecían tener razón. Pero yo no lo entendía, el amor incondicional por una rubia de rodete, hermosa, casada con un tipo no muy lindo y viejo… El odio por esos mismos dos personajes… Los estudié en la escuela, y pude reflexionar sobre lo que me habían dicho. Entendí, en cierta forma, la postura política de ambos y comencé a coincidir más con el amor que con el odio. Sin embargo, seguía sin comprender. Más vale, no podía entender el amor por alguien tan lejano.

Y entonces llegaron ellos. Y me tocó vivir a mí, lo que antes les había tocado a mis abuelos. Y él llegó proponiendo un sueño, pero no me convenció. Y lo miraba de reojo, porque me gustaba lo que hacía y decía, pero no quería caer en las redes de un político (no se olviden, que viví gran parte de mi vida en los 90’s). Y después llegó ella… Y al principio me costó entenderla, ella parecía arrogante y me costaba escucharla. Luego entendí que a todos nos costaba escuchar a una mujer en una situación de poder. Era la Presidenta! Tenía que ponerse firme para que la escucharán. Recordemos que aún hoy nos cuesta a las mujeres que nos escuchen. Ella debía ser firme.

Y la empecé a admirar, cuando el mundo se cayó a pedazos, en una crisis terrible y con medio país incendiado por un grupo de tipos ricos, con 4×4 (sumado a 4 boludos de la izquierda), y ella mantenía de pie a un país. La admiré cuando nacionalizó YPF, Aerolíneas, cuando salió a hablar por cadena nacional, me pareció lo más inteligente, para que la escucharan, porque se venía mintiendo mucho sobre ella y lo que hacía. La admiré por su valentía e inteligencia, y de repente, me di cuenta que la quería.

Me cuestioné un poco ese amor, acaso no había cuestionado el de mi abuela, por aquella rubia de rodete tan hermosa? La mía era morocha. Tenía la edad de mi mamá. Su segundo nombre era igual al mío. Hablaba inteligentemente sin machetes. Sus discursos eran impecables. Las cosas que hacía por el pueblo, beneficiosas para todos. Me daba alegría ver a la gente del pueblo feliz por lo que ella hacía. Destilaba amor para la gente, cuando decía que la Patria era el otro y que el amor vence al odio.

Cuando él murió, sentí dolor. No sólo porque él no estaría más. Sentí dolor por ella, y supe que no podría dejarla sola. Tenía que acompañarla. Porque a diferencia de otros, yo aprendí a quererlo a él, gracias a ella. Y, como una luz que baja del cielo (raso) para iluminarte, así entendí a mí abuela. Qué cómo puede mi abuela querer así a Evita? La quiere así como yo la quiero a mi morocha! Con este amor infinito que me nace del alma y que es racional e irracional a la vez, que trataré de explicarle a mis nietos, alguna vez, o no… Con este amor y está admiración, te sigo hoy y siempre: Simplemente, Cristina. Estamos volviendo, y se nota…

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