“A ellos no les importa la persona que consume la verdura, solo les importa venderla”

“A ellos no les importa la persona que consume la verdura, solo les importa venderla”
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Por Julian Inzaugarat

Los campesinos y campesinas que trabajan la tierra no se parecen en nada a los terratenientes que especulan con el valor del dólar para vender sus productos. La vida real de quienes sí aran, siembran y cosechan es de sacrificios, trabajo y organización. Una visita a dos hectáreas de producción local en esta nota de Ladran Sancho.
El precio del kilo de tomate, de rúcula o de lechuga es algo que siempre desvela a los consumidores que van a la verdulería amiga y se desayunan con aumentos inesperados. Sin embargo, nunca nos preguntamos cuáles son los motivos de ese aumento, o cuánto recibe el productor, o cuánto se queda el intermediario entre el productor campesino y la verdulera.

A ese mundo nos fuimos a meter. En el mundo de los que trabajan la tierra, de los que producen alimentos que consumimos, el mundo de quienes, muchas veces, se encuentran explotados por no conocer sus derechos y están atados a que un intermediario vaya a buscar la mercadería, le especule con el precio de la verdura y no reciban ni un centavo más aunque el “mercado” dispare el precio de un producto.

Fuimos a conocer cómo estos campesinos se defienden y comienzan a organizarse para generar un mercado propio de venta directa al público sin intermediarios, como avanzan en un proceso de transición a la agroecología, mientras el sistema los obliga a continuar produciendo una parte de la producción con pesticidas o fungicidas para poder pagar la electricidad y el alquiler de la tierra de señores que no conocen como se siembra una lechuga criolla.

Desde hace cuatro meses, cuatro familias comenzaron a trabajar la tierra en una quinta de Open Door, camino a Torres. Son dos hectáreas que alquilan para producir brócoli, tomate cherry, puerro, lechuga criolla, lechuga morada, zapallitos, repollo blanco y morado y remolachas. De a poco, y con mucho esfuerzo, el campo se va poblando con verduras. En lo inmediato, también están preparando la tierra para plantar frutillas.

En los surcos, los campesinos plantan rúcula para ganarle espacio y tiempo a la producción.

Se puede aportar a un modelo productivo contrahegemonico. Campesinos apuestan a la cooperación y a la transición a la agroecología.

Cada trabajador de la tierra tiene una cultura propia que fue poco a poco borrada por el sistema productivo hegemónico. En un marco de socialización de saberes, aplicando conocimientos académicos, pero sobre todo, recuperando los saberes. Esos que el campesinado acumula desde hace milenios son puestos nuevamente en valor y en práctica.

Con el encuentro de agroecología que realizaron trabajadores del MTE Rural de Luján y Rodríguez, junto a La Mella e integrantes de la Universidad Nacional de Luján como marco, Ladran Sancho charló con trabajadores y trabajadoras de la tierra para conocer su experiencia.

La organización vence la explotación

Los campesinos, y particularmente los extranjeros, tienen una cultura del trabajo muy arraigada y sufren la marginalidad y explotación por desconocer sus derechos. Sin embargo, la experiencia organizativa del MTE Rural en La Plata despertó el interés de muchos pequeños productores campesinos que empezaron a organizarse para mejorar la calidad de vida y de trabajo de quienes producen los alimentos en nuestro país.

La sindicalización de los trabajadores de la tierra enmarcado dentro de la Economía Popular es una experiencia novedosa en nuestro país. En pos de la defensa de los derechos de los trabajadores y buscando mejorar la calidad de vida, el MTE Rural elabora propuestas de comercialización que permitan acercar a productores y consumidores, construyendo redes de comercio justo y alternativas solidarias a los mercados concentrados.


La experiencia del MTE Rural es un ejemplo de defensa de los derechos de los trabajadores.
Campesinos de Rodríguez y de Luján intercambian experiencias de producción y de uso de pesticidas y fungicidas naturales.

Las injusticias y la flexibilización en la que producen es grande. Su cosecha se planta sin saber si se va a poder vender. Son ellos quiénes llaman constantemente al intermediario para que vaya a buscar la verdura. En ocasiones, este que se lleva el 70 por ciento del precio, especula con el valor de la verdura en el mercado y los campesinos terminan tirando su producción porque se pudrió.

Al mismo tiempo son los productores quienes sufren el incremento de la semilla, los fungicidas, la luz, sin poder trasladar esos aumentos al intermediario. Si un producto aumenta en la verdulería, no significa que el productor este recibiendo mayor ingreso. Quién se queda esa diferencia es el intermediario y el comerciante.

“Desde el MTE nos ayudan con los chicos, con el guardapolvo. El salario social complementario es muy importante porque a veces no llegamos a pagar el alquiler y eso nos da un empujón. Ahora estamos viendo como podemos generar vender directo la verdura a los consumidores. Si no dependemos de un otro y nos queda poco a nosotros y a veces perdemos la producción porque no viene el camión. Queremos ver como podemos armar bolsones, y una comercializadora sin intermediario” explicó Sergio, productor de Open Door.

Las cuatro familias campesinas coordinan su trabajo, su producción y deciden en conjunto qué se planta y dónde. Comprenden que la competencia entre ellos no es redituable, y que en cooperación logran avanzar en seguir sembrando las dos hectáreas que alquilan.

De forma cooperativa y organizada trabajadoras y trabajadores campesinos de Open Door siguen sembrando sus dos hectáreas. Frutillas será la próxima siembra.
Abono de gallina para retener la humedad, una malla y el riego por goteo. Campesinos preparan la tierra para la siembra de frutillas.

El tránsito a la agroecología también es producto de la organización. Franz, productor de General Rodríguez recordó las exigencias que el INTA hacía para que comiencen a producir de manera saludable pero sin un compromiso real. “Venían, nos daban papelitos y charlas y se iban. Con los compañeros del MTE nosotros mismos producimos los fungicidas naturales, lo poníamos en práctica” explicó.

Transición a la agroecología

El modelo agroproductivo hegemónico tiene únicamente un objetivo: las ganancias de un grupo reducido de empresas trasnacionales. Este modelo productivo lleva a la destrucción de los suelos con la expansión de los monocultivos y las fumigaciones, la desaparición de semillas nativas y criollas, la contaminación y pérdida de la biodiversidad, el aumento de enfermedades y muertes.

Este modelo además busca poner bajo control corporativo las semillas, lo que lleva a una concentración en toda las cadenas agroalimentarias despojando de la producción a millones de pequeños productores campesinos.

A este esquema se le contrapone una alternativa agroecológica que lleva su tiempo de transición debido a las contradicciones que el sistema impone. “El tema de la agroecología está bueno, pero a veces te pisan mucho los tiempos. Acá producimos una parte de forma agroecológica y nos lleva más tiempo. Pero la otra parte mantenemos porque hay que pagar la luz, el alquiler y necesitamos más rápido producir. Ahora con la frutilla vamos a producir de forma agroecologíca” nos comentó Sergio, productor de nuestra ciudad.

Los campesinos que se interiorizan en la agroecología tienen valores y una filosofía de vida diferente a las mega empresas de siembra. Los mismos campesinos aplicaban un modelo amigable con la naturaleza mucho antes que las ciencias sociales lo definan con ese nombre. Los saberes que ellos tienen son de generaciones enteras de producción saludable. De a poco, el sistema fue imponiendo un modelo de productividad basado en el mercado y en la rentabilidad capitalista.

Con mate en mano, cenizas en los tachos, y una explicación práctica, los campesinos aprender armar fungicidas orgánicos.
Jabón blanco, cenizas y agua, la receta mágica para proteger la producción de las plagas. Recetas sencillas y naturales para producir alimentos sanos.

Tratando de recuperar esa vieja forma de producción, Franz reflexiona “nosotros vamos a envejecer y queremos tener una calidad de vida mejor. No queremos envejecer rodeados de venenos y de las enfermedades que traen los químicos. Algunos fungicidas tienen un tiempo de espera de 10 o 15 días, pero a los 3 días ya está en la verdulería. A ellos no les importa la persona que consume la verdura, solo les importa venderla”.

Los campesinos y consumidores son los principales perjudicados del sistema basado en los agroquímicos. Los campesinos explican que son ellos quienes tienen el veneno siempre cerca de la casa. Luego de las fumigaciones, si hay vientos, el veneno les ingresa a sus hogares.

El sistema está diseñado para que el campesino que no se organiza no pueda escapar al uso de los venenos. Desde la imposición de una nueva cultura, las presiones económicas, las exigencias del alquiler de la tierra, la concentración y especulación del mercado hasta el miedo a perder la producción configuran un escenario en donde los beneficiarios son unas pocas empresas concentradas.

¿La salida? Ya la dijimos: la organización.
Fotos: Julieta Brancatto

Fuente: https://ladransanchoweb.com.ar/

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