La única verdad es la necesidad del capital(ista)

La única verdad es la necesidad del capital(ista)
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En estos últimos días se ha definido la paritaria estatal a nivel nacional. El acuerdo consistió, básicamente, en un “aumento” salarial del 20% escalonado en 3 veces y una clausula “gatillo”. Miserablemente: 5% en junio, 5% en julio y 10% en agosto. Digo miserablemente porque se tuvo la delicadeza de afinar el lápiz con tanta pasión que se acepta el 5% para junio, es decir, que el porcentaje más pequeño se aplica al cobro del aguinaldo. Sencillo: la menor tajada posible para el trabajador del Estado. Si, los muchachos están en todas.

Efectivamente están en todas ya que aquí no termina el acuerdo. Se podría haber esperado una dura negociación, o por lo menos la simulación de ella, y perder por segundo año consecutivo otra parte del poder adquisitivo respecto a 2015. Pero la otra parte del acuerdo consistió en un “plus”, un “extra”, a modo de “premio” al trabajador “bueno” y disciplinado. Aquellos “incentivos” ya bien conocidos por el trabajador privado, los ítems llamados presentismo y productividad. Hasta el momento se conoce la definición del ítem presentismo que, en lo inmediato y en lo profundo, refiere a múltiples significados. Para el trabajador desprevenido y casi soldado del neoliberismo tiene significado trasparente. Efectivamente es un premio a su esfuerzo y laboriosidad que le permite diferenciarse de aquel que no lo hace. En cambio, el trabajador un poco menos obediente y más avispado nota que se trata de una concesión de derechos y flexibilización del salario. Cuanto más se corroe el salario, más necesario se hace el cobro del presentismo y, por ende, se evita hacer uso de las licencias, es decir, de los derechos adquiridos. Y lo más lindo: para el político-empresario significa el control necesario para el logro de la supuesta eficiencia del Estado, intensificación del trabajo y reducción de los costos laborales. Para reforzar este enfoque sobre el control, y también podríamos pensar en el autocontrol, de los trabajadores solo hay que reproducir lo dicho por el Ministro de Modernización sobre la productividad en una entrevista radial. “Estamos incluyendo una clausula de productividad que no está definida […] lo que queremos es poner metas por ministerio u organismo de lo que sería algún objetivo prioritario importante”(sic). En otras palabras, queremos medir algo pero no sabemos qué. El eje no está puesto en la calidad del empleo estatal sino en la necesidad de controlar y sancionar bajo apercibimiento.

Esto tuvo fuerte repercusión y decepción en gran parte de los trabajadores de la administración pública y organismos nacionales. Digo gran parte porque una minoría, los propios delegados de base de UPCN, salieron a defender el arreglo como un logro para los trabajadores del estado en este contexto regresivo del salario. Probablemente en su propia racionalidad, en su propia subjetividad, es el mejor acuerdo que se podría haber conseguido y así lo expresan honestamente. Por un lado, avalan este acuerdo argumentando tener la responsabilidad de alcanzarlo por el hecho de tener el poder para llevar adelante la negociación. Que la negociación ha superado las expectativas al lograr quebrar la pauta del 17% propuesta por el gobierno empresarial y por el añadido de una clausula “gatillo”. Que todo esto es muy lógico en esa racionalidad en este contexto. Por otro lado, rechazan la idea de que el “plus” por presentismo y productividad esté en la agenda del sindicato. Más bien, dicen que es una propuesta del gobierno empresarial y ellos deben hacer remunerativos esos dos puntos en favor del trabajador. Acá es donde el título de esta nota comienza a tomar sentido pero lo dejamos para más adelante.

Enmarcados dentro de esta forma de pensar la negociación ¿Todo queda debidamente justificado y caso cerrado? No, obviamente que esta lógica encontró otra racionalidad organizada que se opone férreamente: ATE, el sindicato antagonista. Este no tuvo ni voz ni voto en el acuerdo paritario por ser un sindicato minoritario. Pero esto no es tan importante sino, más bien lo será, la experiencia que tengan los trabajadores del Estado con este recorte al poder adquisitivo y los derechos adquiridos. Incluyendo en ellos a los propios delegados de UPCN que, por cierto, no ignoran las consecuencias del acuerdo alcanzado. Igualmente, las manifestaciones traducidas en bronca, quejas y repudios ya recorren los pasillos de los organismos y administración estatal.

Algo que ha demostrado la historia es que los sindicatos se han integrado al sistema capitalista como reguladores del conflicto y de la fuerza de trabajo. La acción sindical organizada se ha reducido a una funcionalidad. Así de crudo, negocia con el gobierno empresarial el precio de la fuerza de trabajo. Lo mismo se podría decir en términos neoliberales. El sindicato actúa como el factor regulador del costo laboral. Mantiene sanos a sus afiliados mediante las obras sociales y luego vende su fuerza de trabajo a partir de las condiciones que el gobierno empresarial impone, negociando poder adquisitivo y derechos.

¿Con lo desarrollado hasta el momento estoy proponiendo una postura antisindical? Definitivamente no, estoy tratando de dar cuenta de la reducción de la acción sindical a una simple regulación del costo empresarial. Cambiar derechos por dinero no es simplemente tratar de conseguir más salario en un contexto contractivo ya que cualquier escalada inflacionaria hace perder esos logros monetarios. Entonces, nos quedamos sin el poder adquisitivo del salario logrado y sin los derechos. En este sentido se pierden medios de vida pero no solo eso sino también demuestra que en los sindicatos no se ha dado la batalla cultural. ¿Cómo puede ser que se negocien derechos que tanto han costado conseguir? ¿Cómo puede ser que se negocie la sangre derramada de tantos trabajadores a lo largo de la historia? Evidentemente esto no tiene peso en las conciencias de los responsables de llevar adelante la negociación. Se piensa cual es la mejor oportunidad económica en un contexto creado por la propia contraparte de la negociación. Todo se compra y se vende como valor primordial del neoliberismo. Es decir, los muchachos están sumamente integrados y en sus mentes no hay historia. Así se negocia en la condiciones que el capital imponga. La única verdad es la necesidad del capitalista.

Necesitamos que el sindicato haga política para los trabajadores y los excluidos. Que el sindicato intervenga en la discusión nacional. Que defina valores propios y distintos a los de la economía de mercado. Que piense maneras alternativas de producción y que las lleve adelante para obtener una autonomía relativa para la negociación. Que utilice sus monstruosas estructuras de movilización y paralización de las actividades para defender efectivamente los intereses de aquellos que dependemos de un salario. Necesitamos que el sindicato sea un agente activo y no una burocracia sedentaria esperando a negociar en condiciones impuestas. El sindicalismo tiene que formar sujetos capaces de reflexionar ante las circunstancias que se le presentan por imperio del capital. Tiene que luchar contra la estupidización que genera la profundización de la división del trabajo. Tiene que abrir la discusión política entre los trabajadores para que, al menos, no todo suceda en la absoluta oscuridad del despacho del burócrata sindical. En otras palabras, el sindicato tiene que pensar un modelo de país y llevarlo a cabo en todos los espacios de disputa política y cultural.

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